jueves, 1 de octubre de 2009

La desesperación por ser libre

-. Cuando así lo desees, puedes irte, eres libre.

-. ¿Tú crees que soy idiota?, sé que cuando intente salir por esa puerta, caeré bajo alguna de tus artimañas.

La habitación vestida de un gris oscuro, teñida en sepia por una lámpara de 50 watts, los invitaba a encerrarse en sus propios cuerpos. El aire se les ponía pesado sobre sus cabezas, se miraban fijamente.

Sentado, en una cama dura y con los brazos sobre el colchón derruido por el paso del tiempo, Hugo sentía un cosquilleo extraño, sobre sus rodillas. Era una sensación desesperante pero su ira por Ernesto lo cegaba.

-. Puedes irte cuando lo desees.

Después de decir esto Ernesto se retira con una sonrisa en su boca.

El cosquilleo había mutado en un ardor. Hugo tenía varias sensaciones, la libertad, la ira y el ardor. Miro hacia abajo y descubrió a un perro comiendo de sus piernas. Sintió el placer de ser devorado.