martes, 12 de julio de 2011

Caballos en la neblina

Esta poesía nace a partir de un incendio en las zonas aledañas a mi casa. La noche fría se había puesto sobre el cielo, se veían las estrellas, pero con el paso del humo se iban escondiendo. Salí a la vereda de y noté el cielo espeso. El aire colmado de ruidos, ladridos, sirenas y no sé cuanto sonido alarmante más. Miré algunas veces más, buscando alguna señal que me lleve al lugar del incendio y lo que pude percibir fue el humo introduciéndose en la niebla, creando una escala de grises con la densidad única que nos da la humedad.




Una sirena agonizante
parte la noche repleta de niebla,
fría, obsecuente y atravesada como por una flecha.

Violentamente salta el autobomba,
despedazando partes del asfalto
con su sirena agonizante
intentando llegar al destino a tiempo
llevando consigo las miradas atónitas de los transeúntes.

Esperanzas hidráulicas
se apoderan de nuestras lágrimas
mientras el hedor a humo
se entrelaza con el aceite derramado,

oxigenado,
atascado de sensaciones magras
buscando algo en el cielo que me llene de estrellas.

Llantos se escuchan,
con el latir prolongado del silencio.

Cielo, gris, negro blanco,
negro y blanco,
negro.
Blanco. El aire rojo.

Gritos traspasan la carne,
disecando el sonido
que reside en nuestras caras.

El fuego incendia en totalidades,
calienta los huesos
y quema la sangre.
La respiración se agita.

Imágenes displicentes
haciendo en reencuentro gris
con la emancipada cara del frío que nos invade
dejándonos marcados con el fuego
que recorre con su fulgor por nuestra visión.
Hoy somos caballos,
mirando hacia adelante,
mirando el punto
en el cual vemos sumergiéndose
el humo negro en la densa noche.

Un momento más
tirado de los pelos hasta el cuajo,
los bomberos llegaron a tiempo.
Una familia, a partir de ahora,
dormirá en la calle...

Teodoro Duarte.


2 comentarios:

Matias Berrondo dijo...

Los bomberos no pueden apagar el incendio.

buen poema.

ojodefuego dijo...

la negrita es otro poema