Las balas
que
nos atraviesan,
siguen
haciéndonos
apagar sobre
el asfalto
sin más
que
el peso
de nuestra humanidad.
Miran el piso
teñido
en nuestra sangre.
Aquellos
que nos tiran
somos nosotros,
solo
que no somos nosotros,
ellos son ellos,
tan castos de pasiones.
Y nosotros
seguimos muriendo.
Mientras sus golpes
son recompensados,
nuestra lucha
es ser dignos.
Veo como caemos,
nuestros ojos
llenos de lágrimas.
Ellos siguen
avanzando.
Veo rojizo
y no sé
si es el cielo.
Mis dedos transpiran,
veo a mi alrededor,
mis "yo" perecen,
uno a uno
nos lastiman.
Lo que nos mata es eso:
Morir en manos
de alguien como yo
porque su paga lo amerita.
Solo sabiendo
que el valor de la vida
es todo aquello
que vivimos en ella.
Dedicado a Mariano Ferreyra.
Teodoro Duarte