domingo, 26 de diciembre de 2010

Muerte en Navidad


Espero
puedas leerme,
son mis últimas
letras.

Decidí
morir en Navidad.

Espero
no te moleste
mi descortesía,
mi arrogancia
y mi ego.

No soporto más
este mundo
sobre mis hombros,
y elegí
la cobardía
antes
que el triunfo.

Ya no puedo
enfrentar
la cotidianidad
de sufrir
porque es
parte de nosotros.
Estoy cansado
de mirar al sol
solo para quejarme
de él.
Estoy harto
de la muerte por
odio (y amor).

La idea
de pensar
que pisar cabezas
es progresar,
me dejó
exhausto.

La única manera
es huir
de la mejor forma.

Estuve
pensando
mucho
en
como
matarme:

El disparo
en la sien
me conmueve
y cautiva,
pero
hay una posibilidad
(aunque sea remota)
de no ser efectivo.

Pensé en
el suicidio
del salto
(Desde un edificio, hacia un tren, etc.)
pero sabés
soy muy cobarde.

Decidí la más
dolorosa
a mi entender,
el harakiri,
y pagar físicamente
por las lastimaduras
que me quedan
por cicatrizar.

Me gustaría
no llores por mi
ausencia,
debes seguir adelante
sin mí.

Recordando la dicha
que vivimos
y que no soporto.

Espero
sepas entender
porque muero.
No porque ya no
quiera vivir,
sino porque la vida
me pesa mucho.

La cuchilla
atravesó
mi estomago,
siento el ardor
en mi alma-

La sangre cae
a chorros
sobre el piso.

¿Así se siente la vida
en un solo golpe?...


Teodoro Duarte

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sueño con ella.






Un incierto de gente
nos divide
en el opaco mar
de la noche en Niceto.

El escenario irradia
una luz verde,
mezclada con tu voz.

El sol está ahí
y yo lo veo en mi noche.
Llamas prendidas en vida
y el sonido que nos traspasa.

El fulgor nace
en tus labios,
destellos de creciente
omnipotencia
transcurren en el aire.

Bosque cruel
eterno laberinto rítmico.
Y para ella no soy
carne.

Sonidos al viento
día y noche.
Somos todo ello
mientras nos sostenemos
en la nada,

pasan aplausos y gritos
por mis oídos agraciados.

Ese eterno momento
llega hoy,
lo estoy tocando.

Es hora de amanecer,
de noche,
donde tu voz es el día
y mi néctar,
el lucero del alba...


Teodoro Duarte

martes, 14 de diciembre de 2010

Dame un beso más...


No tengo nada para ofrecerte,
más que las alturas.
No es por alardear,
pero sé volar
por arriba del ocaso.

Es hora,
el sol ya cayó
y calló.
Nos dejó oír
como terminaba de amar
nuestra mañana.

Es hora,
todo muere
a nuestro alrededor
para renacer mañana
invicto.

Es hora,
ya dejamos
que nuestra desnudez
caiga encima
y nos haga tan fluctuosos
(Como solemos ser).

Es hora,
quiero todo de vos.
Quiero la guerra de tus labios,
el sol que emana de ellos
y no quema,
la lujuria de sentirte mía,
el suspiro eterno de tus ojos.

Es hora,
las puertas de la percepción
deben abrirse
y para que entre mi luz de día.

Hoy solo te pido eso,
un despertar
sin la exageración
de los otros días...

Teodoro Duarte.


domingo, 12 de diciembre de 2010

Aquello a lo que le tememos...




Soy aquel
que escribe a la suerte.

Aquel que le teme
al amor.
Ese que no sabe amar
sin carnalidad
y exclusividad
dentro de la noche.

Soy el que va sintiendo
sin sentir.
Amando sin cerrar
los ojos.

Ese que convive con la hipocresía
de ser yo mismo,
y no quiere dejar de serlo.

Soy el que juega
con sentimientos
hechos trizas
y desorientados.

Soy la puerta
al paraíso, y la puerta
al infierno.

Soy lo que divide
lo mundano
de lo trascendente.

Oscuridad que se vuelve mugre,
lodo que hace musgo.
Esa oscuridad soy yo.

Soy todo lo que no me gustaría ser

Y al recaer en mi
pienso
en cuantas veces veo
directo al sol,
sintiendo su resplandor
en mi cara,
mis conclusiones
son obtusas y
me dejan vacío.

La vía sigue debajo
de mi tren,
estoy cerca de casa,
y ya no sé si quiero
volver a ser yo...

Teodoro Duarte

viernes, 10 de diciembre de 2010

Tu sexo

Probablemente te canses de mi
y mi creciente soledad.

Quizás te hartes
antes de empezar a sentir,
antes de rodar juntos en un turbio mar.
Antes de soñar que me pierdes,
me perderás.

Tú abismo es mi hogar,
mi lecho,
mi sol,
mi humanidad.
El reflejo de mi espíritu en la eternidad.

Esperas más
de lo que yo puedo ofrecerte.

Te haces carne con tu deseo
y el anhelo de tenerme entre tus piernas
aferradas al incesante latir
que impulsa tu sexo.

Tus ansias tocan el piso
y no sabes cuando van a ser correspondidas.
Dejas caer hasta la más minúscula
pesadilla, esa que te hace mortal.

Te haces día en mis noches,
para pasar desapercibida
por el manto de mi visión
y te hago sombra, me vuelvo nada
para vos, dentro de vos.

Dentro de vos soy eterno,
somos carne destrozándonos.
Somos presente en la piel del otro.
Somos aquello que deseamos y se ira
en un instante después del alba...


Teodoro Duarte

domingo, 28 de noviembre de 2010

Sensibilidad en pequeñas letras que forman oraciones

Mordiendo mis erres intento escribir tus letras, llenas de oscilaciones y desmesuras, que buscan atraerte de una forma carnal hacia la razón que me conmueve en versos. Y esa es la razón del alma que intenta acercarse a la tuya en un beso sin categoría.

El significado, preservado en mi piel, tus pasos aquel día en que el sol irradiaba a granel y nuestros cuerpos dilatados de tanto sudor. Las miradas no se cruzaron ni una milésima y yo, quebrajado por amores ambiguos y apariciones adversas, bailo sobre la fragancia de tu ropa. Rompiéndome a destellos sobre aquellos pechos que reflejan la gloria.

Tu mirada viaja y yo la sigo sin mesura, entregando aquellos rostros que alguna vez fui.

Reflejos azules transcurren en vertiginosos pasajes de oraciones sensibilizadas por el desasosiego de un observador inamovible del ocaso taciturno que representa el andar de dicha embestidura. Qué linda te queda tu pollera con flores, mientras te abrís paso sobre el camino que dibujan mis ojos, él cual recorres con el esplendor de la mañana.

Entierro mi ser en las profundidades de tu sonrisa, claro de luna oscuro de antaño muerto en lustrosos alfeñiques blanco marfil de ocurrencias verticales sobre escenarios plagados de poesías y rimas vivas. Detrás de la oscuridad se encuentra el estruendo de tus gemidos, los cuales quiero descubrir entre mis brazos.

Aunque recaiga una y otra vez en tu humanidad, no podré descubrir cuanta realidad hay en mi verdad y dejarme ser en cada minúsculo sentir de tu respiración abstracta regeneración del inconsciente. Colores haciéndose carne y vos esplendida en medio de un andar de personas grises. Rostros que pasan cerca de tu inmenso ser, y me son tan insignificantes.

Son letras las que te otorgo, más que eso no puedo hacer, y vos tan ambigua al respecto. Estás lejos de entender que es lo que te estoy diciendo, pero estás cada vez más cerca de hacer lo que deseo.


Teodoro Duarte

martes, 23 de noviembre de 2010

Flores de cerezo imaginarias.

Soñé que te vería
más libre que de costumbre.

Soñé encontrarme con tu sueño.

Soñando tus sueños,
inquietos recuerdos
del caos futuro inexistente,
dejo que te apoderes
de las sensaciones
que transitan por mis extremidades.

Dejame caer en el anaquel
de tus nostalgias
y volverme carne
de aquellos sueños
quebrados por desilusiones
y convertirlos
en flores que tarden
cinco segundos en tocar la tierra
desde que dejen su rama...








Teodoro Duarte

jueves, 18 de noviembre de 2010

26


Besé tus labios
con vehemencia,
aún lo recuerdo.

Nuestras manos transpiradas.

Tenerte entre mis brazos
y sentirme tan tuyo
era mi cielo
y te hacía mi reina de los condenados.

Me gusta verte excitada
cuando te morís de ganas
de que desaparezca.
De no verme más.
Que el universo caiga sobre mi rostro
y destroce lo poco que me queda de humano.

Y ahora que muero,
y me ves hundirme en la tierra,
lloras como si el mundo
haya perdido sus quebraduras
y sea un gran hervidero de polvo
y sangre.
Y desamor.

Desastres por doquier.
Caos en tus labios
y en tu falda azul a lunares.

Ves como me matan,
sufrís y gozas,
de verme enterrándome en tus recuerdos.

Cuando terminen de matarme,
despertaré entonces
bajo un cielo rojo
donde el mar se hace estrellas
y las montañas se parecen a tus pechos...


Teodoro Duarte

miércoles, 27 de octubre de 2010

Lo que nos mata.

Las balas
que
nos atraviesan,
siguen
haciéndonos
apagar sobre
el asfalto
sin más
que
el peso
de nuestra humanidad.

Miran el piso
teñido
en nuestra sangre.
Aquellos
que nos tiran
somos nosotros,
solo
que no somos nosotros,
ellos son ellos,
tan castos de pasiones.

Y nosotros
seguimos muriendo.

Mientras sus golpes
son recompensados,
nuestra lucha
es ser dignos.

Veo como caemos,
nuestros ojos
llenos de lágrimas.
Ellos siguen
avanzando.
Veo rojizo
y no sé
si es el cielo.

Mis dedos transpiran,
veo a mi alrededor,
mis "yo" perecen,
uno a uno
nos lastiman.

Lo que nos mata es eso:
Morir en manos
de alguien como yo
porque su paga lo amerita.
Solo sabiendo
que el valor de la vida
es todo aquello
que vivimos en ella.






Dedicado a Mariano Ferreyra.

Teodoro Duarte

viernes, 22 de octubre de 2010

Infinita profundidad

"Ven , duerme conmigo y no hagamos el amor. Dejemos que el amor nos haga" Julio Cortazar.


Caigo en la infinita profundidad
que me ofrecen tus ojos,
llenos de magia y asombro,
el universo corre entre nosotros.


De fondo vienen voces,
las ignoramos.


Mis dedos sobre tu nuca,
tan perceptivos,
hacen que me deleite de tu piel.


No dejo de mirarte,
atado a la infinita profundidad
a la que tus ojos me sometieron.


Fuera de nosotros no existe nada,
el mundo desapareció
desde que pose mi vista en la tuya.


Mis dedos sienten tu respiración,
y Ganesh intenta salvarme
de la infinita profundidad,
pero es imposible que deje de verte.


El universo gira alrededor de tu nuca,
mis dedos sus extensiones y esclavos de placer.


Hace mucho que el tiempo no pasa,
han pasado años en los que he caído.
Quiero correr al ocaso y clavar una rosa en él,
buscar tus ojos eternamente
para saciar mis ansias de seguir cayendo
en su infinita profundidad...


Teodoro Duarte.

domingo, 17 de octubre de 2010

El clamor de tu Dios.

"Las monjas son como las otras mujeres. Lo que las diferencia es su espasmódica excitación ante un hombre que, según sienten, las toca en todo momento". Danilo Zárate Pacheco.


Tu respiración
hace enloquecer.
Vos sos mi pecado

Monjita mía,
no quiero que te vayas.
Vení a bailar al infierno.

Somos pocos los perros
y nos destrozamos
por dentro.

Vení a mi infierno
Monjita mía
y mostrame tu cielo.

Haceme sentir digno
del clamor de tu Dios.
Tus lágrimas transparentes
te demuestran avergonzada
por derramar tu dulce néctar.

Baja con nosotros
Monjita mía,
el cielo es nuestro grito.
Y nuestro grito está prendido en rojo.

Teodoro Duarte.



martes, 12 de octubre de 2010

Los odio Chinaskis

"Cuidado con aquellos que buscan constantes multitudes; no son nada solos." Charles Bukowski.





Esos levantan
estatuas
del anti-héroe.
Y putean a su alrededor.

Comen de su propia mugre.

Esos se hacen llamar
sus hijos bastardos,
y no son más que vástagos
buscando su semen impío,
donde puedan lavar sus caras
llenas de la idiotez diurna.

Esos son los lectores,
corrompidos por un apellido,
tan disgustados de lo que son
buscan sostén entre los otros.

Esos que caminan
por la vereda de atrás,
no son más que la sombra
de alguien que pudo ser...


Teodoro Duarte.

lunes, 4 de octubre de 2010

Azules

"El Diablo no existe. Es Dios cuando se emborracha" Tom Waits.



Tomá más
de ese dulce de vida.
Seguí apretando
ese vaso teñido marrón.

Acordate de aquellos
que supieron hacerlo.
Y seguí bebiendo.

Tus labios
prueban el sabor de la amargura
en un corto trago dulce.

Seguí tomando,
ellos supieron hacerlo.

Hoy es tiempo
de endulzar las penas.

Nuestras lágrimas
no se sienten,
nuestros músculos dormidos.

Somos
un constante sueño roto,
e intentamos cambiar.
No para ser mejores,
sino
para dejar de probar amarguras.


Teodoro Duarte.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Vestida no sos igual.

La belleza es la otra forma de la verdad. Alejandro Casona

Tus imperfecciones
desaparecen,
envueltas en esos trapos
que te refugian.

Perdés todo aquello,
Todo eso que te hace.
Amo verte desnuda,
mostrando tu realidad,
tu verdadera forma.

Llena de irregularidades,
llenándote de estrías,
varices y vellos.

Me excita que muestres
tu desnudez.
Cuando sos cotidiana,
plenamente terrenal,
conmigo y los demás.

Pierdo ante el encanto
de tu avergonzado rostro,

mirándome fijamente,

tapando tu inmenso cuerpo.
Aquella masa que te hace tan tuya,

el refugio de tu alma,
penante y excitada.

Vestida no sos igual.
dejas leerte
de otra manera.

Ya no existe la vergüenza.

No hay irregularidades.

Desaparecieron las varices, los vellos, las estrías...

Ahora sos una más del mundo,
sos una más dentro de todos.

Teodoro Duarte.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Haiku 1

Buscando el sol
sobre jardines ocre
llegó la noche.

domingo, 29 de agosto de 2010

Palabrería.

"¿Por qué aguardas con impaciencia las cosas? Si son inútiles para tu vida, inútil es también aguardarlas. Si son necesarias, ellas vendrán y vendrán a tiempo." Amado Nervo.


Ya que nacido,
olvidado.
Pese a mis logros,
negado.

Taciturno
y disgregado,
buscando
lo soñado
sin que
sea juzgado.
En lo inmediato
encontrado,
para ser castigado.

Sometido a lo
acabado.

En un tiempo
pasado,
un reloj parado,
un poema recitado.
Tanto tiempo
desperdiciado.

En un gesto
malogrado,
un momento
terminado.
Antes del
desagrado
de vivir siendo
odiado,
y morir venerado.

Teodoro Duarte

jueves, 19 de agosto de 2010

Sentimos muertos


Hoy
sigo de pie
frente al
abismo.
Cansado
de estar
muerto, y
seguir
sintiendo.

¡Si! Los
muertos
seguimos
sintiendo.
Solo por
necesidad
de
existir.

Por la necesidad
de que
sigamos estando.

Los vivos
nos dejan
muertos,
para sentirse
vivos.

Ellos
dependen
de la tierra
que nos abriga
y sostiene.

Nosotros somos
los perdedores.

Les urge
que
los gusanos
coman
nuestra alma,
para contar
con su vida
y mantenernos
al margen.

Nuestro
destino, no
nos pertenece.
Somos
simples
marionetas
de sus recuerdos.

Somos
aquella carne
que ellos
reviven con
sus lágrimas.

Teodoro Duarte

miércoles, 11 de agosto de 2010

Aquel robo...


Solo
escribo para
el infeliz
que lee idioteces
escurriéndose
de alguna parte
de mis sentimientos.

Aquello
que busco
hace tiempo
se ha ido,
porque los muertos
ya no somos
y los vivos
nunca fueron
de nadie.

Mientras tanto
dejo
que
mis
letras caigan,
y se derramen
sobre el
papel que espera

Que espera
ser manchado
por las palabras,
estúpidas y vacías,
sin sentido alguno.

No pretendo
dibujar
paisajes de
Quevedo,
o historias
Shakespeareanas.

Sigo
estando
frío.

Líneas derrotadas,
buscan
que
alguien las lea
y cuestione el tiempo
que perdí
escribiendo
y el gastado
leyendo...

Teodoro Duarte

jueves, 5 de agosto de 2010

Aquellos modernos

"Aprendemos de la experiencia que los hombres nunca aprenden nada de la experiencia." George Bernard Shaw.


Esos amarillos creen
que teñir al amor
es hacerlo azul.

Esos rojos suponen
poder describir cosas,
exagerándolas por demás,
y solo hacen mueca de su vida.

Esos violetas viven
un mundo de mentira,
donde la palabra mierda
se toma vacaciones.

Esos verdes quieren
ser azules y no pueden
ver más allá de su rostro,
cuando sus días
les resultan tan vacíos.

Esos naranjas aceptan
la sonrisa ajena,
pero no entienden,
no saben
por qué están vivos.

Esos castaños buscan
en su opacidad
encontrar una fracción
de luz robada, y así,
demostrar que existen.

Todos se vuelven uno
cuando hablamos de amor.
Buscan eternos jardines,
llenos de flores blancas.

Ellos no saben que eso pasó,
y mientras más vivan,
más lejos están.

Aquellos creen
formar un arco-iris
y están lejos de la lluvia...


Teodoro Duarte

miércoles, 28 de julio de 2010

Lágrimas de papel

"Un sabor eterno se nos ha prometido, y el alma lo recuerda." Leopoldo Marechal.



Letras derramadas
sobre la cobertura del tiempo,
mientras nuestro espacio
sea eterno.

Cultivando cristales
en el aire, inmersos
en redundantes historias
de amores extraviados.

Nuestras lágrimas de papel
volaran con el viento,
estrellándose en la noche
el perro busca su refugio.

Nadando una vez más
en recuerdos arco-iris,
buscando esencia
llega el ocaso
converso proscrito
en memorias de antaño.

Viaja hacia el día
aquella gota de rocío
que supo lavar
el tormento de tus ojos.

Arderemos en el universo
aullando como lobos
en busca del amor arrebatado,
mientras el destino
golpeando nuestras caras,
gatilla una vez más...




Teodoro Duarte.



lunes, 19 de julio de 2010

Colores grises en primavera

"La dificultad de cometer suicidio está en esto: es un acto de ambición que se puede cometer sólo cuando se haya superado toda ambición." Cesare Pavese.




Recapitulaba una y otra vez nuestra historia de amor mientras tomaba ese té negro –amargo y frío-, mientras escribía frente a una computadora que le hacía compañía en una noche tan llena de espectros.
Las letras caían sobre las hojas como lágrimas sobre el piso, pero no notaba cuanta tristeza irradia desde aquella silla de cuero marrón, siente que cada vez está más sumergido en el bajo vientre de un mundo tirano. Donde pertenece.
Escribe porque es lo único que lo ayuda a ser libre, eliminar las jaquecas diarias que le da tener que trabajar todos los días por un sueldo miserable pero que le ayuda a sustentar sus gastos mensuales, anules o lo que fueran. Está cansado de malgastar su tiempo en aficionados a la vida, con ansias de crecer y tener una casa, una familia, un perro que se llame “Negro” y un auto último modelo que los haga ver como unas personas importantes que se codean con la más alta camada de pobres diablos que viven en la parte más acaudalada de la ciudad. Él cree que lo mejor de uno puede explotarse por medio del entendimiento de los sentimientos, sabe que lo maravilloso del ser humano es que puede saber que es lo que pasa en su interior con un poco de cuidado y atención. Muchas veces jugo con la muerte por no saber como interpretar la desdicha que lo aqueja desde el momento crucial de su vida donde ella cerró la puerta sin tocarla. Siempre quiso marcharse a otro lugar, otro país y probar suerte en una tierra diferente donde nadie lo conozca y él sea una alimaña más, de las que se encuentran en las carreteras cuando uno busca el desierto. Nunca pudo realizarlo por falta de valor, y esperando que ella regresará.
Todas las mañanas se levantaba y miraba el correo buscando noticias de ella, nada le era entregado, a excepción de las cuentas que debería pagar, y luego de esta rutina se arrodillaba en el pasto húmedo y dejaba caer las primeras lágrimas del día. La cara le brillaba por las gotas que le corrían por sus mejillas. Sentía pena de él mismo y todas las mañanas repetía: “Jamás volveré a caer en esa estúpida trampa. No es fácil poder mantenerme y no puedo estar lidiando con un fantasma que me visita todas las mañanas y marchándose durante la noche. Pero esto se acaba acá, agarraré mis maletas y me marcharé de este pueblo de mala muerte a un lugar donde nadie pueda conocerme ni encontrarme”. Como era de esperarse, jamás lo hizo y volvía a pronunciar exactamente las mismas palabras cada vez que el sol ponía su rostro frente a la casa. Los vecinos chismosos veían a esto como el acto de un loco que tarde o temprano actuaría en contra de sus vidas, y por este motivo más de una vez fue denunciado y llevado a la comisaria, soltándolo de inmediato cuando se comprobaba que solamente era un desafortunado que solo buscaba algo de paz en su vida. Pasaron varios años donde todos los días pasaba lo mismo.
Las tardes, también rutinarias, parecían otra cosa. Después de un almuerzo cargado de carne y papas –parte de su dieta habitual dependía de esto-, se marchaba hacia las oficinas donde iba a pasar ocho horas cobrando dinero y despachando a la gente sin borrar la amargura de su cara. Muchos allí lo tildaban de extraño y nadie se le acercaba a menos que sea una ocasión de extremada urgencia. La gran mayoría de los empleados desconocían su nombre y lo llamaban con tumbos en su espalda, a los que él respondía con una mueca austera de su boca y un movimiento descontracturado de su cabeza dando aires de grandeza por demás y dejando una estela de su perfume en el viento, ninguno pudo alguna vez decirle algo que a él lo saque de su transe diario. Nada lo atormentaba, nada lo fastidiaba, a estas alturas había perdido los pocos amigos que cosecho desde que era pequeño, su mal aspecto llevó a que más de una vez lo confundan con un errante del asfalto y sea llevado hacía un refugio –esto no quiere decir que se vista mal o en harapos, sino que por su andar pesado y su cabeza a gachas marcaba un fuerte aspecto sobre aquellos que lo observaban-; no podía ver más allá de sus ojos, estaba quedando ciego y ya no le importaba, todo para él estaba perdido. No tenía sentido que siga adelante, iba a suicidarse arrojándose al agua de los mares. Tomaría el primer micro que salga hacia Mar del Plata –lo sustentaba gracias a que fue ahorrando durante días con el propósito de retirarse-, y se introduciría al mar con la esperanza de poder morir lejos de todos.
El 12 de julio arribó en un micro de una empresa mediocre con destino a Mar del Plata, el ómnibus estaba abarrotado de un contingente de niños que deseaban conocer el mar. A él le tocó el asiento treinta y dos, junto a un niño moreno –apestado de rulos, con los ojos marrones y saltones, una sonrisa con dientes menos y con los brazos flacos por la desnutrición-.
Sentándose le dice al niño -¿Cómo te llamas muchacho? ¿Hace cuánto que no pruebas bocado? -no dejaba de mirarlo fijamente a los ojos, sentía mucha angustia en su interior por lo que estaba viviendo.
Me llamo Pablo –contestó en niño con voz aguda y escondiendo sus manos bajo la ropa, mirando por la ventana y con los ojos llenos de lágrimas –Han pasado varias horas de que no como nada, creo que ya son doce en el reloj.
¿Quién es tu responsable? ¡No puede ser que haya pasado mucho tiempo sin que tu estomago sienta lo que es el gusto de estar saciado! Muéstramelo con el dedo, yo iré por él y le daré una lección- Exclamaba totalmente indignado y con la cara hirviendo en un rojo escarlata- ¡Vamos muéstrame quien es ese hijo de puta para que pueda patearle el culo!-
Él no está aquí –respondió el niño con los ojos llenos de lágrimas- Ya nadie está donde nosotros lo queremos. Ha huido dejándonos a todos a la buena de Dios. Por eso estamos yendo hacia Mar del Plata. Vamos con el fin de encontrar respaldo dentro de una casa hogar donde nos han indicado. Ahora estamos a cargo de nosotros, por favor comprende nuestra situación – Volviéndose hacia la ventana y dejando caer las lágrimas sobre el tapizado morado que cubre los asientos.
No te preocupes niño, yo no te delataré. No podría hacerlo –respondió condescendientemente, reclinando la cabecera para mirar hacia el techo –Yo estoy pasando por un mal momento, así que no creo poder ayudarlos. Te confesaré un secreto, siento que mi vida no tiene más relevancia, que no tengo motivo alguno para seguir de pie, que las horas me pasan en el reloj y me saben a la misma mierda. Por eso he decidido matarme, porque mi vida carece de significado –en ese momento un silencio partió de él rompiendo todas las lágrimas que caían de Pablo.
No puede ser, algo tiene que haber que te llame la atención. Algo tiene que ocurrir por tu vida para que cambies de parecer. Solo tiene que buscar el camino –replicaba el moreno fervorosamente- Tú tienes que vivir, todos tenemos que vivir. Para eso estamos aquí –Tomando una posición mucho más cautelosa arroja las ultimas palabras que dirá en todo el viaje- Ninguna existencia puede tomarse como errónea si tomamos al universo como vinculo. Y yo creo que por algo hoy estas hablando conmigo.
Agobiado por tanta información y sabiduría desprendida de ese niño, sale corriendo hacia la puerta principal, creyendo en la monstruosidad que habita en el pasajero que lo acompañaba. Le grita al chofer que pare el autobús de inmediato –olvidando todas sus escasas pertenencias en un bolso de viaje que deja en el móvil-, corre ferozmente por la ruta hasta que para su fortuna lo embiste un camión que volvía hacia Buenos Aires…


Teodoro Duarte

domingo, 27 de junio de 2010

Ningún beso más

El Whisky hizo que
mis intestinos estén rugiendo.
Aunque sienta un dolor infernal,
me encuentro en el puto cielo
acariciando a todos esos culos
suaves y angelicales.

Volver no pasa por mis pensamientos,
aunque sé que debo hacerlo.

Las agujas de mi reloj
están paradas hace días
y no me importa.
El día y la noche me saben a nada,
y la nada sos vos. Y yo.


El sol irrumpe por las ventanas,
dando de lleno en mi cara,
y marca la hora de mi retorno.
Apoyo mis pies sobre el piso húmedo,
el bar se comprime a mi alrededor
y los pies pierden toda fuerza.
Siento estallar.

Me retuerzo en el piso
entre vómitos y alaridos
repito tu nombre.

Miro hacia los rincones,
colmados de vicios y vapores,
y no logro hallarte.


Pienso en vos, recuerdo
las noches de Miró
cuando caminábamos porque sí.
Los días colmados de Borges,
que anhelaban arte por doquier.

Todavía puedo ver las noches de Sade,
donde un simple abrazo o gesto
se transformaban en horas de placer.

Siento nostalgia,
se propaga en mí.

Es hora de retirarme, me pongo de pie.
Todos están atentos a mis movimientos.
Hoy voy a poder salir por la puerta…


Teodoro Duarte.

domingo, 30 de mayo de 2010

Poseída del alba

"No se puede llegar al alba sino por el sendero de la noche." Khalil Gibran.



Toma píldoras,
llenándose la boca,
sin dejar lugar para sus llantos.

Toma píldoras para dormir,
dejando que los sueños la tomen,
la hagan volar y descender
sobre jardines repletos de rojos.

Desesperadamente traga cinco,
luego diez pastillas más.
Llega a tomar veinticinco capsulas
que se mezclaban en su estomago.

Su corazón galopaba por todo su cuerpo,
siente sus poros gritar y el aire romper.
Acosada por el paso del tiempo, recuerda
días en los que ciertamente fue feliz. Sonríe.

Levanta su brazo, cargada de comprimidos,
hacia su boca delgada y vestida de violeta.
Su extremidad dormida no la deja.

Deja caer una lágrima.

Quiere recordar por qué llegó hasta ahí,
busca dentro de sus recuerdos, sus sentimientos,
sus pesares, nada la lleva a saber.

Siente un cosquilleo en su espalda, besos.
La mueve una mano fuerte y segura.
Horrorizado la descubre su amado,
mirándola a los ojos, lleno de preguntas.
Una sola logra escapar de sus labios apretados:
¿Cuánto tiempo pasó desde que te fuiste?



Teodoro Duarte

jueves, 20 de mayo de 2010

Requiem para mis risas

"La persona que no sabe sonreír no debe abrir tienda". Proverbio chino


Un payaso está asesinándome.

Me golpea con todas sus fuerzas,
y borra todas mis sonrisas.


Juega a ser artífice de mi destino

y no para de sonreír.

Se lleva de a poco mis sentimientos.

Me derrota,
ríe y llora.


Su pintura se derrite
sobre su rostro.

El color de mi sangre lastima su traje.


Lo veo como mi presente magro,
riéndose de mí
y olvidándome.

Caminando sobre sus torpes pies
enterrados en el barro,
que lo cubre desde que nació.

Y el mañana nunca llega.


Uno se golpea tantas veces
contra su sonrisa
que no recuerda cuando está muriendo.



Teodoro Duarte