miércoles, 22 de junio de 2011

Colores

Me siento inmerso en una calle gris
decorada de caras grises, pintadas de colores
que buscan mostrar la irracionalidad que tienen los demás a la hora de existir.
Y son artífices de una existencia magra, escueta, llena de telarañas,
creyendo en un ente invisible (Fuera quién fuera) que los seca por dentro,
y deja surcos en sus caras desgastadas por los años de tragedia.

Veo como repelen sus sentimientos innatos, como queman sus pensamientos
con maquillaje, ropas y quién sabe cuanta insatisfacción procedente del afuera.
Intentamos conceder una pieza de la canción interminable a alguien que creemos amar,
descreyendo en el amor, sin saber qué es lo que verdaderamente sentimos
ya que lo que nos hace personas de bien (Si se quiere de esa manera) hacer todo por pensar,
y hacer, lo mejor posible, para poder ser quién nosotros añoramos.
¿Y si fuera que todo está predispuesto para que nosotros hiciéramos
para poder ser, dándole una forma más destinataria a nuestra vida,
a la cual nos vemos apegados sin la oportunidad de escapar a todo ello?
Quisiera poder refutar todo aquello, e idear concepciones más intrascendentes,
sé que no puedo, yo soy esto, la parte oscura del cuarto donde vivo. Eso soy.

Soy parte de aquellos estrategas que están en la tercera fila, que dejan su vida
inmersa en papeles y solicitadas de aquellos que mueren por un mundo nuevo,
masacrando toda aquella valentía que nos une con el vientre materno.

No puedo dejar de padecer de alegoría, la alegría que me otorgan las letras
es casta ante la nostalgia que, a la vez, me causan cuando sus mares de sentir.

Y sigo siendo parte del mismo deseo:
Ser aquella persona que intento,
y que escapa entre los dedos del ocaso.
Para estrellar contra la nada,
esa nada que nos caracteriza
y nos hace parte de su todo, lleno de nada
sin dejar de ser más que un enmarañado de circunstancias
inhóspitas sin relevancia.

Dejamos de soñar,
decepcionados
por
la
pérdida
de todo
aquello
que deseamos
y se nos hace
parte del aire,
y nos dejamos morir,
resecos,
inhalando el polvo
que expelemos
y se nos escapa.

Veo como pasan aquellos vestidos de colores,
haciendo que el gris pase desapercibido.
Haciéndome un observador obsecuente, lleno de lágrimas en el pecho,
rogando no morir jamás por miedo, renegando de mi vida insignificante...


Teodoro Duarte.



miércoles, 8 de junio de 2011

El arte es perderme en tus ojos.

El arte es todo aquello que hace enfatizar nuestros sentimientos: Es eso que pone a descubierto nuestra valentía, y por demás la cobardía que nos representa.
El arte es el artífice sumamente necesario al cual nosotros recurrimos cada vez que intentamos hacer que el mundo acarree, unos segundos, el peso de nuestros amores -Aquellos que tienen éxito y de los que hablamos- y se haga cargo de nuestra existencia maltrecha, en busca de magia afectada por una cotidiana costumbre de romper nuestros sueños -al igual que nuestros cuerpos- por un sueldo que no paga la céntima parte de todo aquello dejado en el camino.
El arte es el grito seco, dubitativo, que recorre nuestra mente, y la enceguece de amor y deseos: Eso que la hace libre e infeliz.
Reconozco ser un tanto fatalista en éste momento, el arte también es eso: Convirtiéndose en la necesidad de sentir ese duelo eterno que se lleva nuestra esencia magra. Es el amor que se hace carne, es la diferencia entre el día y la noche, es el tener nada y no tener todo.
El arte es el beso tierno a la persona querida, mirando a los ojos, perdiéndose el uno en el otro; dejando correr el tiempo sin la necesidad de buscar excusas.
El arte, mi hermoso ser, es todo lo que hago por ser feliz.
El arte es ese sentir que puede no sentirse...

Teodoro Duarte

martes, 7 de junio de 2011

Lejos de mí.


Tomé su cara,
yacía en el suelo,
mirando hacia ambos lados -izquierda y derecha-
la posé sobre mi faz.

Busqué un espejo
donde verme,
en donde reflejar aquel rostro
que no me pertenecía
y que en este momento
daba otro aspecto a mi ser.
Quedé totalmente anonadado al verme,
ya que era otra persona con mi cuerpo.

Luego del reflejo intenté liberarme
de aquel encierro.
Como es lógico, no pude hacerlo.
No por la mascara que tenía sobre mi ser,
sino porque ya no quería sacarla.

Cualquiera puede verme así,
tengo que escapar lo antes posible.

El arte es algo hermoso, me dije.
Di la vuelta, tomé mi cámara
y fotografié a la victima en el piso.
Las fotos eran hermosas, mostraban
la muerte. Estaba allí.

Guardé todo en mi mochila,
inclusive mi nueva forma facial,
y corrí calles abajo, intentando taparme
lo mejor posible.

Llegué a mi casa consumido por la excitación,
la adrenalina, el sudor. En esta época del año
el frío se come los huesos.

Me dispuse a arreglar todo y confeccionar
mi nuevo ser. Con una mascara.
La limpié bien, cosí meticulosamente
los bordes, y la dejé sobre la mesa.

La curiosidad me invadió de repente,
quise saber como estaba el fallecido.

Entonces empecé a dar vueltas,
la habitación se me hizo angosta,
mi pecho comenzó a cerrarse,
de mis ojos caían lágrimas.
Me faltaba todo en este momento,
sentí la muerte palpando mi espalda
y un dolor (Con la velocidad de un rayo)
apareció en el costado derecho de mi torso.
La desesperación se apoderó de mí,
algo estaba muy mal.

Algo me hizo recordar el cadaver,
una y otra vez.
Era obvio, cuando yo vea en mi cámara
descubriré que el muerto soy yo.

Entonces, intenté recordar la cara,
la busqué por toda mi casa y no estaba.
Nunca estuvo.

Fui al espejo, mi última salvación,
ya no está (mis recuerdos se volvieron
tan rápidos que se hicieron presente),
todo lo que reconozco son mis pies,
no puedo ver mis manos.

El día se acerca y estoy sumergido
en un lugar oscuro.
Estoy lejos de mí, ya no sé quién soy.

El tiempo llega tarde para los suicidas...



Teodoro Duarte

miércoles, 1 de junio de 2011

Y si todo fuera fácil, ¿Dónde chocarían las ovejas?

Tomé una sustancia extraña
que me hizo creer Superman,
ese tipo con traje azul y rojo.

A mí nunca me gustó Superman,
siempre creí que era demasiado fuerte
para un mundo
que lo veía romper su belleza.

Quise escapar de esa realidad absurda
en que Superman se apoderaba de mí.
Ni siquiera las máscaras me tapan la cara,
sin resignar lo que verdaderamente soy.
Ahora soy Superman.

Y dejaré pasar el tiempo, quizás
luego despierte y sea yo nuevamente.

Ese que está detrás del otro hombre soy yo,
aquel que no sabe pactar con el demonio
y reza llorando porque Dios aún no lo escuchó.
Soy ese que todas las mañanas despierta
desesperanzado.
Soy ese que cada vez que amó
no entregó nada, y se quedó consigo mismo.
Soy la sátira de algo que pudo haber sido hermoso,
lo siento mucho.
Soy ese vagabundo que terminó prendido fuego,
soy ese perro muerto en la estación de Merlo
con los ojos abiertos, y el ruido que hay en él.
Soy lo que desapareció de la realidad
y volvió a ella, chocando con Susana Gimenez
dentro de un universo subalterno
lleno de bailarines y cantantes.

Soy todo aquello que escupe hacia arriba,
soy esa escupida en el aire
a punto de impactar sobre mi cara.
Soy la nostalgia de tener un trabajo
y asistir todos los días con la mejor cara sonriente.

Soy ese que no mueve las cosas con la mente,
soy la parte oscura de mi habitación.
Soy el verano que explota,
el invierno que congela,
el muerto y el asesino,
el día y la nada,
(¡Hoy es tiempo de ser otro!)
y la noche llega.

Me acuesto en mi cama, creo,
mirando hacia la nada,
buscando algo en el techo que me mira.
No encuentro nada.

Quisiera no despertar nunca...


Teodoro Duarte