nuevamente,
mojado
por la lluvia
que el sol matutino
evapora
e inunda en sed.
El día comienza,
los autos y sus bocinas,
la luz en mi cara,
los transeúntes y su neurosis,
los golpes y corridas.
Aún no termino de recordar
que me sucedió anoche,
alguien me habrá golpeado.
Este dolor en la costilla
no me deja respirar con fluidez.
Nadie conoce mi nombre,
todos saben de mi dolor,
y no existe quién me oiga.
La desesperanza me invade
día a día, caminando
entre miradas indiferentes.
La posibilidad de morir está
en muchos momentos de mi día,
de mi noche, de mi vida.
Ya no sé si quiero escapar de eso.
Tengo hambre,
como todos los días
aplaca mi ser,
busco algo que comer.
Más de una vez sufrí un golpe
por intentar comer
lo que ellos desechan,
todavía no entiendo el por qué.
No recuerdo cuando nací,
sólo sé que desde que lo hice
estoy vagabundeando,
de aquí para allá,
corriendo para no ser asesinado.
Mi vida es insignificante
para muchos,
y es lo único que tengo.
Espero seguir
hacia el camino correcto...
Teodoro Duarte.