Dan ganas
de correr los prejuicios
y romper con la monotonía.
Dan ganas
de estrellar contra paredes inquebrantables
hasta que nuestras narices dejen de sangrar.
Dan ganas
de llenarse de explicaciones vacías
para agotarnos con palabras necias.
Dan ganas
de destruirse el cuerpo con piedras filosas
dejándose llevar por el alma que late internamente.
Dan ganas
de sucumbir con una lágrima
que nos bañe en su sal de días de alegría.
Dan ganas
de cubrirnos las sombras
y clavar nuestras uñas en todo recuerdo magro.
Dan ganas
de matarse de a poco con la luz que seca
deshidratándonos con su fulgor rojo amarillento.
Dan ganas
de dejarse caer en el abismo que no espera, y no enfría,
y quedarnos ahí, quietos e impávidos esperando hasta que las ganas vuelvan
Teodoro Duarte