parte la cara de Ilario Zamora
y lo envuelve de velo azul.
Un suspiro negro
será el último en su letargo
de vida austera como pocas
enfrentando a la inmundicia de ser pobre.
Marcada su cara en años
limosnas esquivadas,
la noche que lo conmueve en pena,
siempre siendo un paria hasta para amar.
Hasta amando se refugió en tierra.
Y sus manos son pies en el sueño,
haciéndolo conforme del pan de cada día
que un dios muerto le promete constantemente
cegándolo de sensaciones libres y auténticas.
Todo en su vida lo hizo perderse
en oscilaciones,
por no decirle pensamientos estúpidos.
La tierra en su saliva ya se hizo barro
de tantas masticadas dejó atrás lo dulce,
encontrándolo de lleno
con todo aquello a lo que teme...
Teodoro Duarte
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