mientras aún eramos jóvenes
y en los jardines ardían recuerdos
aspirando vidrios rotos de espejos inexistentes
dejándonos consumir por despertares.
Ahí, donde explotaban nuestros ojos,
reencarnaremos al vernos fijo y sentirnos.
El cielo reventaba en nuestros alrededores
haciendo que la danza cósmica se vuelva materia,
inyectando el perfume en la tierra
donde nos posamos para ver todos los destellos
del sol que muere en nuestras cabezas.
Sentimos todo aquello que pasó alguna vez
y lo alejamos para estar invictos de contaminación
mientras recorremos nuestra piel con la lengua llena de azúcar
recorriéndonos, saciándonos de sabor, esparciendo saliva en cada centímetro
hartos de calor y excitación
resurgimos en el ser, donde nos volvemos íntegros.
Ahí nos hallamos, en la espesura del universo...
Teodoro Duarte
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