viernes, 15 de julio de 2011

Un hombre que llueve, Gris.

Una página
de un libro antiguo
arrancada en sangre,
oxidada por lágrimas
de un elocuente
observador morboso,
que ya tiene el cierre bajo
y la mano jugueteando sobre su rodilla.

El día latiendo a su alrededor
con el suplicio de un corazón
devastado por el tiempo
y desamores, lloviéndolo por dentro.

Su opaca forma de percibir
lo hace sentirse neutro y "normal"
(Suponiendo que eso pueda llegar a ser algo),
y lo empuja hacia un vino berreta con gusto a moho
al que toma con gracia desbaratada.

Somnoliento,
desamparado,
vida hostil transitada,
y es una silla vacía frente a la ventana.
Es esa mañana que nace nublada:

los pastos mojados,
los colores resaltados,
las personas caminan cabeza a gachas,
las calles apestadas de barro.

El sufrimiento es una plaga
en él, que los días son penumbra
y un "quizás".

Los días le llueven parejo
cuando no sale de su habitación
nada se mueve, todo estático.

Algún día pensó en terminar con todo
lo que soporta, quiso salir a la calle,
y nada lo llena de fuerzas.

La lluvia lo corroe por dentro...


Teodoro Duarte.


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