de un libro antiguo
arrancada en sangre,
oxidada por lágrimas
de un elocuente
observador morboso,
que ya tiene el cierre bajo
y la mano jugueteando sobre su rodilla.
El día latiendo a su alrededor
con el suplicio de un corazón
devastado por el tiempo
y desamores, lloviéndolo por dentro.
Su opaca forma de percibir
lo hace sentirse neutro y "normal"
(Suponiendo que eso pueda llegar a ser algo),
y lo empuja hacia un vino berreta con gusto a moho
al que toma con gracia desbaratada.
Somnoliento,
desamparado,
vida hostil transitada,
y es una silla vacía frente a la ventana.
Es esa mañana que nace nublada:
los pastos mojados,
los colores resaltados,
las personas caminan cabeza a gachas,
las calles apestadas de barro.
El sufrimiento es una plaga
en él, que los días son penumbra
y un "quizás".
Los días le llueven parejo
cuando no sale de su habitación
nada se mueve, todo estático.
Algún día pensó en terminar con todo
lo que soporta, quiso salir a la calle,
y nada lo llena de fuerzas.
La lluvia lo corroe por dentro...
Teodoro Duarte.
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